9 de junio de 2010
Entrada nº 144
Tato Bores y su Monólogo 2000
El 9 de junio de 1990, Tato Bores, el Actor Cómico de la Nación, pronunció el famoso Monólogo 2000, durante la emisión de su programa televisivo, que en ese año se llamaba Tato Bores en busca de la vereda del sol, y que aparecía en la pantalla de Canal 13.
Tato pronunciaba sus monólogos cada domingo, mezclando la actualidad con toques de humor y su aguda ironía, haciendo reír a los televidentes mientras tiraba algunos palos a los políticos de aquel entonces (muchos de los cuales, por desgracia, aún siguen en actividad, haciendo las mismas cosas por las cuales Tato les tiraba palos).
Para 1990 Tato llevaba 30 años en la pantalla chica, por eso, cuando pronunció su monólogo número 2000, decidió cambiar las reglas del juego y hacer un repaso de esos años, demostrando que sus palabras pueden haber cambiado, pero los problemas de la Argentina no.
Tato continuó con su programa hasta el 15 de diciembre de 1993, en Telefé, y cuando su programa se titulaba Good Show (las palabras con las que cerraba cada monólogo). De hecho, su último monólogo coincidió con los festejos de los primeros 10 años de Democracia después de la última dictadura militar. En esa última ocasión repitió el esquema del Monólogo 2000 e hizo un repaso de lo que sucedió en esos primeros 10 años de democracia... con los mismos resultados.
Tato murió el 11 de enero de 1996, pero su humor (y los problemas que nos atormentan a diario) siguen vigentes. Por eso, a 20 años justos de su pronunciamiento, les dejo para leer el Monólogo 2000.
(Una aclaración: los acontecimientos descriptos por Tato llegan hasta 1990 solamente. En los siguientes 20 años hubo más Presidentes y Ministros de Economía, más devaluaciones e inflaciones, y otras calamidades que Tato no llegó a ver. Y eso es lo irónico de este monólogo: es odiosamente actual. Parece como si se lo hubiera escrito ayer. Por eso él hace esa advertencia a los políticos y funcionarios al final del monólogo, la cual aún sigue vigente).
Monólogo 2000
Bueno, señores, ¡Monólogo 2000!
¡30 años metiendo libretos debajo de esta peluca! Miren, esta noche en lugar de hacer un monólogo con lo que pasó esta semana, con la actualidad, esta semana vamos a hacer un monólogo recordando lo que pasó en los últimos 30 años a ver si aprendemos algo, ¿eh?
Señores: cuando allá por 1960 puse la jeta por primera vez delante de los orticones, no existía la televisión a color, no existía Maradona, no existía el Austral (es decir, el Austral tampoco existe ahora pero es otra historia), no existía el control remoto, no existía el yogur descremado, pero sí, sí existía Don Álvaro; sí señores, sí: Don Álvaro, ¡el papá de la nena! Si bien Don Álvaro empezó a curtir gabinete como Ministro de Industria allá por el año ‘55 en la “Libertadora”, que no tiene nada que ver con la Copa Libertadores, porque recién con Arturo Frondizi se convirtió en Ministro de Economía. Porque les voy a decir más: antes de Don Arturo Frondizi no existía el Ministerio de Economía; dicen los memoriosos que para aquellos años había un poco de guita en el Tesoro y entonces con un Ministro de Hacienda tipo Serelco, ¡alcanzaba! Con la mishiadura aparecieron los Ministros de Economía.
Lo que no queda muy bien claro es si la mishiadura trajo a los Ministros de Economía o si los Ministros de Economía trajeron la mishiadura. Lo que pasa es que hace 30 años que tenemos las dos cosas.
Por aquellos años, Don Álvaro Alsogaray se mandó la famosa frase “Hay que pasar el invierno”. Y pasaron, y pasaron los inviernos, y las primaveras aparecieron y aparecieron; lo único que no apareció fue la guita. Y también por aquellos años ‘60 comenzaron los planteos militares a Don Arturo Frondizi. En realidad el primer planteo fue el 8 de julio de 1958 pero en dos años le enchufaron 30 planteos; y aquí con Don Alfonsín tuvimos dos planteos con los muchachos de la pomada, ¡calcule lo que habrán sido 30! La cuestión es que los muchachos, al final, lo rajaron, y cuando el general Poggi estaba ya listo para asumir como presidente apareció José María Guido (también conocido como “José Dondemepongo”), pego un Per Saltum, entró a Tribunales, juró como Presidente ante la Corte Suprema, se coló por un intersticio en una puerta de la Casa Rosada, se sentó en el sillón, y cuando Poggi se dio vuelta le dijo: “¡Acataá!”
La cuestión es que Don Guido trajo a otro prohombre de la economía: Don Federico Piñedo que dijo que “hay que hacer las cosas rápido” y se mandó en un solo día una devaluación del 21% y mandó el Dólar a la astronómica suma de 99 Pesos Moneda Nacional de curso legal. (Chicos: si ustedes no saben lo que es eso, la Moneda Nacional de curso legal, pregúntenle al abuelo, ¡pero no me lo hagan llorar demasiado!).
La cuestión es que Don Piñedo se las tomó ofendido por las críticas que despertó esa devaluación y entonces apareció de vuelta Alvaro II, que viene a ser como “Highlander II”, “Tiburón II”, “Rocky II”, una cosa así. Como el tema de “Hay que pasar el invierno” estaba gastado, Don Alvaro inventó otra cosa: inventó el “Empréstito Patriótico Nueve de Julio”, llamado también “Los bonos de Alsogaray”. Los que se los quedaron, la verdad, se ganaron mucha guita; los que no nos los pudimos quedar, ¡pa' que' le via' contar! Es otra historia...
Mientras tanto los militares, que no tenían nada que hacer, se pusieron a jugar a los soldaditos entre ellos: hicieron una raya y dijeron: “Colorados de este lado, Azules de este otro lado y gana el que tiene más tanques”.
Nosotros, los civiles, que no teníamos arte ni parte en el asunto, porque únicamente ligábamos una bomba que nos reventara la casa, estábamos tranquilos porque tanto Azules como Colorados decían que todo lo hacían por el bienestar de la gente y por la salvación de la patria; de donde se deducía que la salvación de la patria estaba en manos del que tenía más tanques, ¿comprende?
La cuestión es que en el año ‘63 le tocó el turno de vuelta a un presidente constitucional y apareció Don Arturo Humberto Illia, uno de los pocos cordobeses nacidos en Pergamino que se conocen. Don Arturo Humberto Illia nombró como Ministro de Economía a Don Eugenio Blasco que muere en el cargo y entonces mi gran amigo Juan Carlos Pugliese asume como Ministro de Economía (empieza, mejor dicho, su carrera como Ministro de Economía suplente en todos los gabinetes radicales). Pero como las cosas buenas duran poco tiempo, antes de cumplir los tres años los muchachos de la viñeta le dan el raje a Don Arturo Humberto Illia y designan, en elecciones limpias, y por unanimidad (3 votos) a Don Juan Carlos Onganía.
El hecho de que Don Juan Carlos Onganía en la época del enfrentamiento entre Azules y Colorados haya sido Azul y legalista, y después se convirtió en golpista, y de hecho, Colorado, es porque a veces, la gente, destiñe.
La cuestión es que a Don Arturo lo rajaron porque decían que era muy lento, que era una tortuga. Ahí tuvimos un cacho la culpa todos porque los sindicatos, la C.G.T. le tiraba tortugas en Plaza de Mayo, los medios en contra, los periodistas en contra, los humoristas le hacíamos chistes (éramos una manga de boludos, que pa' que' le via' contar); porque el problema no era que Don Illia era lento: el problema es que los que vinieron después fueron... fueron rápidos, ¡y fuimos derecho pal' cara... melo, fuimos, pero bah, pero rápido!
Claro, no todo fue negrura en aquellos años porque en el ‘66 hubo avances: porque después de la “Noche de los Bastones Largos” cerraron todas las facultades y entonces todos los investigadores, científicos, matemáticos, laburantes de las neuronas avanzaron: avanzaron hacia la frontera y se las tomaron y no volvieron nunca más. Después, apareció algún premio Nobel que volvió: a saludar a la familia y se las volvió a tomar, ¡total...!
Para 1969 el Ministro de Economía era Adalbert Krieger Vassena que había mantenido el Dólar más o menos estable; pero de pronto apareció Don José María Dagnino Pastore y, como el Dólar ya estaba a 350 mangos, le arrancó dos ceros porque inventó el Peso Ley 18.188, íntimamente llamado “Peso Ley”. Don Juanca, en aquellos años pensaba quedarse 20 o 30 años, pero apareció el “Cordobazo”, el “Rosariazo” y el país se movió como un “Flanazo”. O sea que para los finales de 1970 los muchachos de la viñeta le dieron las gracias por los servicios prestados a Don Juanca I y después designaron en elecciones limpias y por unanimidad a Roberto Marcelo Levingston.
Roberto Marcelo Levingston es el único presidente en toda la historia argentina desde 1810 hasta la fecha que cuando lo designaron ¡no lo conocía ni el loro! Vea, en las redacciones, no sabían cómo se escribía el nombre; no había una foto de él; cuando, a la noche, en la sexta apareció “Levingston Presidente”, la gente preguntaba “¿pero presidente de qué país será este buen señor?” ¡Y porque para colmo, cuando lo designaron él estaba en la Junta Interamericana de Defensa en Washington! Así que aquí estábamos como los indios que se golpean el codo: ¡en bolas, y a los gritos!
Por fin, Don Levingston apareció y dijo “soy el presidente” y se sentó en el sillón a esperar órdenes. Lo que pasa es que el problema fue que mientras estaba esperando las órdenes empezó a jugar un jueguito que decía: “pese a todo, yo soy el presidente”. A Don Lanusse, que era el inmediato superior, no le gustó nada la cosa, pero roce va, roce viene, Don Levingston lo destituye a Lanusse, Lanusse escucha eso, caza el tubo y lo destituye a Levingston, y como donde manda Teniente General, no manda General de Brigada, Levingston volvió rápidamente al anonimato. Cansado ya de echar presidentes (había echado dos), Don Lanusse penso: “Para pensar como yo, nadie como yo”. Entonces agarró y se nombró presidente sin dejar el cargo de Comandante en Jefe. ¡Astuto el hombre! Y enseguida inventó una cosa que se llamo el G.A.N.: “Gran Acuerdo Nacional”. Y lo mandó al Coronel Cornicelli a verlo a “Puerta de Hierro” a mi gran amigo Juan Carlos Can... ¡Juan Carlos no!, ¡Juan Domingo, Juan Domingo! ¡Juan Domingo Cangallo! y le dijo que si entraba en el G.A.N. le devolvía todos los sueldos del ‘55 hasta la fecha. El viejo dijo “Lo primero es lo primero”, cazó la mosca, lo dejó al gobierno con el G.A.N. y con las ganas. Y entonces Don Lanusse se chivó y se mandó la famosa frase que “El viejo no vuelve porque no le daba el cuero”. Pero como el viejo debajo de las arrugas todavía le quedaba un cacho de quiero... de cuero, volvió para mostrarlo en vivo y en directo y formó un frente cívico que se llamo “FRE.CI.LI.NA.”. Pero como la Frecilina tenía nombre de antibiótico lo cambiaron por “FRE.JU.LI.”. Escuchen: Frecilina, Frejuli, Frejupo, ¡son todos remedios del mismo laboratorio! Vienen en píldoras, en inyectables, en supositorios, ¡úsenlos como les den las ganas!
La cuestión es que en aquellos años ‘73 apareció “La Nueva Fuerza”, un partido político inventado por mi gran amigo Alsogaray que tenía como candidato a presidente a mi gran amigo Julio Chamizo, ¡el que quiere acordarse, que se acuerde! La cuestión es que el 25 de mayo de 1973 asumió el tío, no este, otro tío, el tío, el tío Héctor J. Cámpora, y como el eslogan era “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, los muchachos del bombo rápidamente renunciaron a Don Héctor. Renunció el presidente, renunció el vicepresidente, renunció el presidente provisorio del Senado Díaz Vialisi, una cosa ahí, que sé yo lo que hicieron. La cuestión es que quedó como candidato a Presidente de la República el presidente de la Cámara de Diputados Raúl Lastiri, ¡que casualmente era yerno de López Rega! La cuestión es que Lastiri (conocido también como “José Corbata”, porque tenía un montón y le encantaban) llamó a elecciones y ganó por unanimidad la fórmula “Menem-Menem...”, ¡digo, no! La fórmula “Perón-Perón”. Perón se muere, y de estar mal pasamos a estar peor porque viene Isabelita y lo trae a Celestino Rodrigo, que se manda el famoso “Rodrigazo”, ¡que nos deja a todos con el tuje pal' norte! La moral de la historieta es que Don Celestino, que yo sepa cabe destacar, y que yo sepa, fue el único Ministro de Economía, que se comió cana por cuestión de su gestión como Ministro, cosa que no le ha pasado a ningún otro Ministro de Economía... nunca más, se han salvado todos, ¡la verdad es que es un misterio, que no sé por qué!
¿Cómo seguía esto? ¡Ah, sí!
Después de Celestino Rodrigo, después de Celestino Rodrigo apareció Tony Cafiero, sí, sí, sí, Tony Cafiero, el del “Sí”, el del “Sí lo hubiera sabido no llamaba a plebiscito”. Y después de él apareció Mondelli (que Isabel decía “no me lo toquen al gordito...”).
Cuando se murió Perón (es una acotación que le voy a hacer yo), estaba laburando en este canal, me llamaron para decirme “Vamos a parar un poco con los programas humorísticos, hay que hacer duelo”, y yo pensé que estaba bien para que lo suspendan un par de semanas... ¡La verdad es que no lo suspendieron un par de semanas, lo suspendieron un par de años! Porque después vinieron los muchachos del ‘76 de vuelta y la siguieron... ¡Porque en aquel entonces eran largos los duelos, ¿comprende?!
Y así llegamos, a la época del Proceso, de los Ministros de Economía, era de José Alfredo Martínez de Hoz, y el Proceso lo voy a pasar por alto porque, la verdad que... no, mejor no recordarlo, ¿cierto?
Por eso hice un Per Saltum y aparecí en la Democracia, en 1983, con Alfonsín, Grinspun, Sourrouille, el Austral, el Desagio, Juan Carlos Pugliese II, el Bolonki, y Jesús Rodríguez, casi como Jesús termina crucificado. Mientras en estos tiempos la Hiperinflación y los empresarios le apretaban el gañote a Don Raúl Alfonsín, apareció Carlos Saúl I, primer presidente electo que decía que tenía el equipo formado, ¡listo para salir a la cancha y ganar por goleada! Don Raúl, que quería quedarse 6 años, ni un día antes, ni un día después, no le quedó más remedio que tirar la esponja y de paso le tiró el gobierno por la cabeza a la patilla más gorda de América, Carlos Saúl I...
Y aquí estamos señores. ¡30 años! 30 años bancándose 16 Presidentes y 37 Ministros de Economía que se la pasaron diciendo “Esta es la crisis más grande que está sufriendo el país”, “Hay que reducir el gasto público”, “Hay que laburar más”, “Hay que invertir en el ispa”... Mientras tanto, ¿quieren que les diga una cosa? Miren, a éste Peso Moneda Nacional le arrancaron dos ceros por este otro Peso Ley 18.188; a éste le arrancaron cuatro ceros por este otro Peso Argentino, y como si esto fuera poco le sacaron tres ceros más por este Peso... por este Austral. O sea que extirparon, le extirparon nueve ceros a este pesito de acá delante. Y como este Austral equivale a mil millones de Pesos Moneda Nacional, y como en aquel entonces se compraba con 83 Pesos Moneda Nacional, un Dólar, este Austral equivale a 12 millones de Dólares... ¡Lo cual parece un chiste, si no fuera una joda grande como una casa...!
Y yo todavía, yo todavía tengo confianza, tengo confianza, por eso le digo a los políticos y a los funcionarios (no a todos los políticos ni a todos los funcionarios porque hay que preservar las instituciones), a algunos políticos y algunos funcionarios que están ahí viéndome, ¡si siguen haciendo las cosas que están haciendo yo voy a tratar de estar acá todo el tiempo posible para seguir jodiendo! Y para cuidarlos también... ¡Y para preservarlos de la máquina de cortar boludos! Porque si pusiéramos la máquina de cortar boludos dentro de la máquina del túnel del tiempo, y se pusiera a cortar boludos históricos con retroactividad... ¡otra hubiera sido la historieta hoy! Historieta que como país, no creo que nos merezcamos (esto lo dice mi libretista, Santiago Varela... yo... ¡no estoy tan seguro! Un cacho de culpa tenemos también...).
Por eso les digo, mis queridos chichipíos, a seguir laburando, vermouth con papas fritas, y... ¡¡¡GOOD SHOW!!!
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